miércoles, 5 de octubre de 2011

Maricones en Donostia


Iñigo Uribarri

Quiero hacer un llamamiento a la contención del gasto en Gipuzkoa en materia de educación sexual. Hasta que no se controle en el estadio de Anoeta el tratamiento discriminatorio hacia los maricones, ninguna institución pública deberá dar un céntimo de euro en subvención alguna.
El pasado domingo, en el derbi, me quedé perplejo. Para la inmensa mayoría de los enfervorizados seguidores de la Real, ser maricón es una tara, es un insulto al uso. Desde el genérico “no son leones, son maricones” hasta el más específico “levántate, pedazo maricón, que solo tienes cuento hijo de puta”, con que mi exalta compañera de asiento recriminó a Javi Martínez cuando era evacuado en la camilla movilizada. Hay más sutilezas similares, pero la muestra es ilustrativa de que en el estadio donostiarra todavía no han calado los millones de mensajes a favor del reconocimiento de la igualdad de trato sexual.
Después de mis años de viva en Alava, Gipuzkoa y Bizkaia sigo sin salir de mi asombro por el complejo bizkaitarra de demasiados guipuzcoanos. Si es verdad que ya temían la resurrección del Athletic en el derbi, no ocultaban que era la ocasión propicia para seguir hundiendo al vecino un poco más en la clasificación, penúltimo como estaba antes de tomar la autopista. De ahí, precisamente, los cánticos anfitriones de “A Segunda, a Segunda” mientras salía el sol en los alrededores de Anoeta.
Muy posiblemente cuando Gipuzkoa decida acabar con este complejo podrá definir con más claridad qué quiere ser de mayor. Y en ese recorrido, no vendría mal que en las clases de educación sexual de los colegios se fuera intensificando el control de las emociones verbales para que maricón deje de ser un insulto para convertir homsexual es una forma libre de entender las relaciones. Ánimo que hay tarea

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